domingo, 18 de marzo de 2012

Compañero en este libro abierto

Estuve en Caracas hasta hace poco inmerso en bibliotecas y archivos buscando información sobre las celebraciones de la Semana de la Patria durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, tema de mi tesis de postgrado. Cuando quedaban pocos días para el regreso a Buenos Aires y cumplida la misión de hacer un levantamiento hemerográfico bastante extenso que abarca 8 años, cuatro diarios y que totaliza más de mil documentos digitalizados; decidí seguir algunas pistas de temas que podían desviar mi agenda, postergadas pero escrupulosamente listadas por si tenía la oportunidad de meterles mano.
Uno de esos rastros a seguir tenía que ver con un Festival Nacional de la Juventud que se realizó en Caracas en 1953, un año antes cuando lo estaban planificando remitían a los grupos folklóricos de distintas regiones del país que se presentarían en agosto. Por otra búsqueda (en la biblioteca de Diversidad Cultural) doy con un artículo que escribe Miguel Acosta Saignes en su columna en el diario El Nacional el 14 de agosto de 1953 donde presenta el festival con una disertación sobre el folklore.
Con esos antecedentes me armé de paciencia para tratar de leer en la máquina de microfilm  las noticias sobre el evento. Las primeras notas que consigo son sobre la premiación del concurso de pintura del Festival, del que no tenía noticias, pero ninguna referencia sobre los grupos, las presentaciones y discusiones prometidas un año antes. Luego doy con una noticia sobre el ganador y finalistas del concurso de jóvenes poetas que se realiza en el mismo Festival. El jurado integrado por Ida Gramcko, Alí Lameda, José Ramón Medina y Pedro Francisco Lizardo decidió otorgar el primer premio al joven guariqueño Juan Calzadilla, el segundo premio al carabobeño José Rodríguez U., y el tercer premio al joven trujillano Romer Ocanto por su poema Es total presencia nuestro canto. Extraña el énfasis en nombrar la procedencia regional de cada poeta.
El tercer premiado es mi padre, jovencísimo entonces en sus veintiocho años; el poema sería publicado al año siguiente en la revista Cruz del Sur. Dice cierta mitología familiar que durante la dictadura mi padre ganó un premio y no lo aceptó por no convalidar un acto de gobierno, que  la militancia y la resistencia al poder tenían entonces otro calibre ético. No parece ser este premio a la juventud del país el de la narración familiar, en todo caso como decía Lévi-Strauss todas las versiones del mito son necesarias y forman parte de su verdad.
Es como otro episodio sobre su saga literaria que narra el cortejo amoroso a mi madre, ambos se habían graduado de maestros normalistas en el Miguel Antonio Caro, y tuvieron que separarse por un tiempo, mi madre se mudó a Mamo en la Guaira y papá le escribía unos poemas de amor todos los días donde cantaba su belleza, la cabellera, los ojos, los encuentros que tendrían; era una escritura donde el amor era una promesa postergada, en fina caligrafía de tinta azul sobre pequeñas hojas rectangulares de papel cebolla escribía el poeta su esperanza, su fina esperanza, su amor rodeado de sencillez. Eran los últimos años de la década de los 40. Por cierto, que cierta actualización de la fábula también cuenta que uno de sus hijos encontró estos poemas y los tenía como precioso arsenal amoroso para deslumbrar conquistas difíciles o solucionar situaciones opacas, en todo caso la eficacia de la palabra dictada por el amor continuaba.
Copio acá el poema que envió mi padre al concurso, que dice tanto de la nobleza de las convicciones y luchas de aquellos años.

Es total presencia nuestro canto
                                    I
Cobarde, oh vida, quien no te ha buscado
en hombres que ya son del universo
lámparas de miel, centro, porvenir.

Qué obscuridad informe no palparte
día tras día en cada amanecer
como ala de esperanza para el vuelo

Qué egoísmo que en flor y fruto y nido
no sea resguardada tu existencia.


                                    II
Mas en nosotros, tan herido siempre,
es vital lo prodigioso y es perenne.

Inmenso el corazón, el puño firme,
decimos: nunca más generaciones
en vértigo de muerte; nunca más!

A tal mundo en horrores, la absoluta
energía del claro pensamiento.

Donde existe el odio sin contorno
es esta mano espiga y levadura y horno.

Por la pena de tanto abierto crimen
la rosa fertiliza nuestra vida.


                                    III
Esta sangre se sabe verdadera:
espíritu en el trigo, en el maíz;
entre brumas estallido y entre espinas;
en todo espacio y tiempo de la tierra
rasga enteramente vertical al hombre
y penetra y lo enciende y lo rebela.

Donde es todo como mano generosa,
nunca extraña, de sol el porvenir
se avienta en cada ser, renacida
o sembradora su fuerza con nosotros;
alienta el brazo un brazo poderoso,
el músculo al músculo sucede
y se agostan el cardo y la cizaña.
                                    IV
Y por noble esta lucha se corona;
la ternura para todas las pupilas;
el cielo perfecto de la fruta;
la paz libre e inagotable como el agua
de palomas al hombro de los niños;
es la risa volcada en las ventanas;
pétalo el regazo; frente vigilante
del madurar de pájaro del hijo;
el hombre y la tierra y se presiente
la fecunda parábola del grano.

Ya ves, joven hermano, hermano exacto;
en la vigilia ya somos conocidos
y es total presencia nuestro canto;
compañero en este libro abierto
que nos dice del mundo rescatado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"papá le escribía unos poemas de amor todos los días donde cantaba su belleza, la cabellera, los ojos, los encuentros que tendrían; era una escritura donde el amor era una promesa postergada, en fina caligrafía de tinta azul sobre pequeñas hojas rectangulares de papel cebolla escribía el poeta su esperanza, su fina esperanza, su amor rodeado de sencillez."

!qué conmovedor y hermoso David!
Thais