miércoles, 6 de julio de 2011

De fiestas patrias





En junio de 1953, el presidente de Venezuela coronel Marcos Pérez Jiménez decreta la celebración de “la Semana de la Patria” en todo el territorio del país en ocasión del 5 de julio, por ser la fecha de mayor importancia para la vida pública de la república; “que en ocasiones en que se conmemoran los grandes días de la nacionalidad es especialmente oportuno estimular la mística que impulsa con energías crecientes la acción venezolana para el cumplimiento del Ideal Nacional.” El documento fue refrendado por los ministros, entre ellos Alberto Arvelo Torrealba (el autor de Florentino y el Diablo) como titular de la cartera de Agricultura y Cría.
Entre 1953 y 1957 se realizó esta celebración para festejar la independencia y la nacionalidad, contribuyendo al imaginario de una unión de destino entre los militares, como herederos de los héroes de la independencia, y los civiles como acompañantes en ese proceso. Por supuesto los militares se concebían como los mejores para conducir el país, y su visión militar-tecnocrática se verificó en el desarrollismo y la construcción, como planteaba el propio Pérez Jiménez, por medio de: 1. La transformación del medio físico, 2. El mejoramiento de las condiciones morales, materiales e intelectuales del pueblo, esto incluye el mejoramiento étnico con la migración de europeos para solucionar “taras” de los venezolanos 3. Reordenamiento institucional del estado y planeamiento racional de sus acciones, 4. El Ideal Nacional que tiene sus bases en la tradición histórica de los libertadores, 5. La ventajosa ubicación geográfica y los recursos naturales para jugar un rol conductor en el continente, y 6. La exaltación de los valores patrios por medio de un nacionalismo que construya una patria digna, próspera y fuerte.
A estos puntos debemos sumar la celebración litúrgica en honor a una virgen patrona cada año, para el inicio de la Semana de la Patria. Para tal efecto fueron trasladadas a Caracas, en distintos años, la virgen de Coromoto de Portuguesa región de los llanos, la Virgen del Valle de Margarita región oriental, y la Virgen de la Chiquinquirá del Zulia región occidental.
Esta celebración patria tuvo gran cantidad de actos, donde se sincronizaban juegos de fútbol (en el famoso Mundialito de Clubes que se jugaba en el estadio olímpico de la Ciudad Universitaria participaron entre otros: River Plate, Real Madrid, Corinthians, Sao Paulo, Barcelona, Millonarios), y de beisbol con equipos internacionales, representaciones gimnásticas, participación de escolares y empleados públicos, desfiles en “trajes típicos” del país, carreras de autos, corridas de toros, carreras de caballos, desfiles y comparsas, música y danza, delegaciones internacionales invitadas al país, marchas militares, ejercicios militares de asalto y defensa. Bajo amenaza y coerción se obligaba a los funcionarios públicos a acudir a las marchas, y a pesar de ser un gobierno dictatorial, quedó un imaginario que asocia a la dictadura como un momento de crecimiento económico, de entrada en la modernidad, de seguridad social, de alegría y fiestas. Quizás porque los rituales y las fiestas pueden caracterizar el imaginario de una época, como casi ningún otro acontecimiento, acaso la guerra. También hay que tomar en cuenta que entre 1953 y 1957 la oposición armada a la dictadura es desmantelada, apresados, asesinados o desterrados sus principales dirigentes, de manera que se “respira” un clima de paz social, propicio para las celebraciones masivas.
En este período se construyó en Caracas el Sistema de la Nacionalidad, que nosotros conocemos hoy en día como El Paseo de Los Próceres, donde están representados simbólicamente los héroes de la independencia, los indígenas como pasado de fuerza, donde se realizan los desfiles y las manifestaciones culturales populares entre murales y estatuas ecuestres, en una arquitectura fastuosa, absolutamente monumental, en unos materiales perdurables en el tiempo, y con la Academia Militar a un costado. En este espacio, el pueblo tomaba cuerpo, y ese cuerpo era cívico-militar, era el pueblo festejando y desfilando con los militares, en un espacio escenográfico que daba fuerza expresiva a un pasado que reivindicaba la función de los militares como herederos de la gesta independentista. El Paseo de los Próceres se ha convertido en un ejemplo de lo que el historiador francés Pierre Nora llamó “lugares de la memoria”, es decir, un lugar donde se encarna la memoria espacialmente, unida a la noción de nacionalidad, destino cívico-militar, y componentes identitarios del ser venezolano. El proceso es interesante en tanto es vivido por muchos venezolanos “naturalmente”, sin darse cuenta que en los procesos sociales precisamente no hay fenómenos naturales.
La Semana de la Patria ha marcado a través de sus fiestas, escenificaciones y rituales en torno a la nacionalidad, un imaginario que emerge cada tanto tiempo, y también se renueva.