jueves, 23 de junio de 2011

De filantropía y folklore


En la anterior entrada dimos un  dato que no es menor ni anecdótico: las oficinas de la sede principal de la Hamilton Wright Organization (HWO) estaban en el Rockefeller Center en New York. Hubo relaciones entre las dos organizaciones y las dos familias. Cuando estaba en construcción el Rockefeller Center la HWO fue la encargada del levantamiento fotográfico, cuando Nelson Rockefeller visitó Venezuela en los 50´  la HWO hizo la cobertura fotográfica no sólo del “business” sino de las vacaciones familiares en su finca en el estado Carabobo.
Durante la presidencia de Franklin D. Roosevelt, se nombra a un joven Nelson Rockefeller (que luego sería gobernador de New York, diputado, y vicepresidente siempre con el partido republicano) a integrar la comisión para América latina, punta de lanza de su política de buena vecindad con la región que aguantó hasta los años 60 cuando la guerra fría influyó en su modificación. Por medio de la Fundación Rockefeller se hacían labores de filantropía y respaldo a estudios arqueológicos y antropológicos en los países donde sus empresas (principalmente las petroleras) tenían intereses. Los Wright (padre, hijo y nieto) también se interesaron por los temas de expediciones y viajes arqueológicos, el nieto hasta libros de fotografías sobre las pirámides de Egipto y la tumba de Tutamkamon llegó a publicar.
Entre los intereses del grupo Rockefeller en el país estaban: la construcción del hotel Ávila en San Bernardino, la Standard Oil y su filial Creole Petroleum Corporation primera productora de petróleo del mundo en la década de los 40, Sears, automercados CADA, Café El Peñón, y otra cantidad de empresas de producción, procesamiento y conservación de alimentos. El urbanista de origen francés Maurice Rotival (el del famoso plan de arquitectura y urbanismo para  Caracas) era empleado de la Fundación Rockefeller.
La HWO trabajó en otros países: Filipinas, Cuba, Bolivia, Sudáfrica. A mediados de los años sesenta el Senado norteamericano le abre una averiguación por su rol en la defensa de intereses de múltiples naciones en ese país y su capacidad fuera del gobierno, como principales lobistas, para conseguir contratos y ser capaces de orientar la política exterior norteamericana. A finales de esa década deja de funcionar la organización.
El primer trabajo del que tenemos noticias en Venezuela lo hizo la HWO para la cobertura de los III Juegos Deportivos Bolivarianos en diciembre de 1951, luego presentaron una oferta completa de sus servicios: cobertura fotográfica y en video de los actos del gobierno, producción de segmentos de noticias para ser presentada en las salas de cine del país y dobladas al portugués y al inglés y distribuidas en el exterior por Warner, Universal, Paramount, NBC y Fox; y una operación de lobby con sectores del gobierno norteamericano, así como con los grandes medios y sectores políticos y empresariales.
Durante la década militar (1948-1958) la HWO realizó la cobertura de las acciones del gobierno, en franca competencia con Bolívar Film. Tenemos documentación sobre el trabajo de registro de campeonato de toros coleados, construcción del Centro Simón Bolívar, inauguración de la autopista Caracas-la Guaira, sobre la industria petrolera, sobre la Semana de la Patria, inauguración del Hotel Tamanaco, sobre las belleza naturales, Caracas como ciudad moderna, etc. Sumado a esto lograron una amplia cobertura de medios norteamericanos sobre Venezuela y Pérez Jiménez.
El último trabajo del que tenemos noticias en este período fue la publicación del disco de recopilación de música folklórica venezolana en 1958 cuya portada es la imagen de esta entrada. Para ambientar la lectura sería ideal que escucharán los surcos del LP, de innegables reminiscencias sobre la infancia de varias generaciones de venezolanos. La imagen del disco muestra una pareja de jóvenes con atavíos folklóricos que remiten al imaginario construido sobre los elementos identitarios del “ser” venezolano. La recopilación de temas va dirigida al público infantil, el Maremare, un joropo, los Chimichimitos, el Carite, el Chiriguare, etc. Nos informa la carátula que el material fue colectado y compilado por Ronnie and Stu Lipner, pareja de “folklorólogos” especialistas en música y danza, que viajaban por el mundo buscando exotismos culturales. Aparece el profesor Luis Felipe Ramón y Rivera, para entonces director del Instituto de Folklore, como colaborador, y la Hamilton Wright Asociation como coordinadora de la producción. La Folkways Record se lleva los créditos de la edición realizada en New York, empresa discográfica que fue algo así como la precursora del worldmusic. Viene además con un folleto, en inglés, con los detalles de cada baile, con instrucciones de pasos, figuras, trajes e instrumentos a utilizar.
 Algo no está bien en este documento. Podemos hacer el análisis de la folklorización del patrimonio musical y danzario que implicó este tipo de concepción de la cultura popular, que homogenizó contenidos, que  hizo de la repetición vacua el sentido de lo venezolano, que instauró el simulacro cultural como fuente de identificación. Sin embargo, el documento mismo nos da información para el análisis y pasamos a preguntarnos  ¿qué injerencia tuvo la HWO en estos procesos que buscaban imponer una visión de lo patrimonial acorde con el nacionalismo que proponía la dictadura? Pareciera surgir un entramado entre las labores de propaganda del régimen dictatorial llevadas adelante por una empresa norteamericana, las funciones filantrópicas de instituciones y personajes, y la extensión de ciertas concepciones sobre la herencia cultural.
Además surgen algunos datos sobre la actuación éticamente sospechosa de algunos personajes encargados de instituciones culturales en este periodo. La recopilación de los temas del disco y toda la información del folleto fue realizada por el equipo que trabajó desde el antiguo Servicio de Investigaciones Folklóricas Nacionales fundado en 1946 por Juan Liscano, que continuaron bajo la dirección de Francisco Carreño entre 1948 y 1952, y de 1952 a 1958 bajo la dirección del propio Ramón y Rivera. Tanto es así que los contenidos del folleto fuero editados a partir de 1952 y distribuidos en las escuelas, sin embargo, en el material se insiste en que fueron compilados por los Lipner y no se da ninguna información sobre las personas que realmente trabajaron en él, ni siquiera de los músicos de la grabación. Extraña colaboración ésta que se apropia del trabajo de investigadores para apuntalar el prestigio de unos pocos, en este caso, de los Lipner y de Ramón y Rivera.
Para cerrar el círculo, algunos datos finales. El disco y el folleto se pueden bajar de la página del Smithsonian Institution, ya que compraron los fondos de la disquera. Y también se encuentra en itunes, por 20 $.